“Graffiti” aparecido en las calles de Buenos Aires.
Hoy he traído hasta aquí este bello poema de Jorge Luis Borges (1899-1986) dedicado al ajedrez.
Empieza describiendo una partida de ajedrez, luego pasa revista a la "personalidad" de las piezas que son movidas por los jugadores y acaba haciendo un paralelismo con los jugadores que libran la batalla de la vida presumiblemente movidos por la mano de Dios.
Para ello cita en el poema a Omar Jayyam (1048-1131) Matemático, astrónomo y poeta persa, quien dijo:
"He aquí la única verdad. Somos los peones de la misteriosa partida de ajedrez que juega Alá. Él nos mueve, nos detiene, vuelve a empujarnos, y al final nos arroja, uno a uno a la caja de la nada".
AJEDREZ
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
Jorge Luis Borges, 1960
El hacedor
Después de esto cabe hacerse la pregunta del “graffiti”:
¿Eres el jugador o la pieza?
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