Thursday, January 15, 2009

Animal

Roy

Fueron los antiguos griegos los que se propusieron catalogar y clasificar todo lo que nos rodea. Había que comprender el contorno donde nos movemos y para ello nada mejor que empezar sabiendo que es cada una de las cosas que están a nuestro alrededor.

Comenzaron a dividirlas en grupos “familias” por su parecido entre ellas. Minerales , vegetales, etc.

Inmediatamente se dieron cuenta de que había cosas radicalmente diferentes al resto. A diferencia de las demás cosas, estas se movían y parecían perseguir un fin.

A la propiedad que estos seres tenían y que les hacía moverse, le pusieron un nombre: “ánima”.

De ánima (alma) procede el nombre de animal. Así que para los griegos, aquellos seres que se movían, tenían “ánima” (alma). Pero no en el sentido que le damos los católicos de algo inmortal, sino que aquel ánima les infundía la propiedad del movimiento.

Incluso a los dibujos que se mueven, les llamamos "dibujos animados”

Posteriormente los católicos decidimos negarles el ánima (alma) a los animales. "Solo los humanos somos dignos de tener ánima (alma)", en una manifestación de egocentrismo infinita.

A veces, cuando salgo a pasear con mi perro, Roy, me siento en un banco en el parque y suelo observarlo. Él tiene inteligencia, hace las cosas planeándolas, sus actos tienen un fin. Tiene sentimientos, se alegra, se entristece, etc. Tiene una nobleza infinita, jamás se enfada conmigo, ni me guarda rencor cuando me porto mal con él. Además, como no habla, entre él y yo no hay malentendidos. Mi Roy en lugar de mover la lengua, mueve la cola.

Decididamente pienso que él y yo somos iguales, los dos pertenecemos al mismo género, al de los animales. Bueno, creo que estoy mintiendo, mi Roy y yo no somos iguales.

¡Qué más quisiera yo, que ser como mi Roy!


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