Saturday, January 3, 2009

La queja del Tagarete

El Tagarete era un arroyo, que bajando por Miraflores se acercaba a Sevilla recorriendo la actual calle Arroyo (no se llama así por casualidad), Amador de los Ríos, cruzaba las Avenidas de Luis Montoto y Eduardo Dato, la Calzada, San Bernardo, el Prado, recorría la calle San Fernando, donde le servía de foso a la Fábrica de Tabacos (si conoces Sevilla habrás observado que la Universidad, antigua Fábrica de Tabacos, tiene foso en solo tres de sus cuatro fachadas), y tras pasar por la Puerta de Jerez desembocaba junto a la Torre del Oro.

En el vertían sus residuos la Fábrica de Artillería, lavaderos de lana y curtidurías de los barrios de San Bernado y la Calzada haciéndolo sucio y pestilente, además la abundancia de mosquitos en sus márgenes provocó paludismo y otras enfermedades.

Spannochi decía que "tiene tan poca agua que se queda casi seco, dexando a trechos unos charcos de agua podrida y hedionda, causa de corrupción de aire y mala salud para las casas que le están vecinas..."

Los marinos y emigrantes que acudían a Sevilla para embarcarse hacia América, debieron conocerlo, y al llegar allí llamaron con el mismo nombre a innumerables pequeños arroyos que parece que aun hoy día siguen dando problemas similares, mira este enlace. Por lo tanto, no es de extrañar que en algunos lugares de Sudamérica sea incluso un insulto llamar a alguien “tagarete”. Sin embargo mi fascinación por este rio (arroyo) viene de antiguo y uso su nombre cuando en algún lugar me piden un “nick” (mote, en mi tierra), o incluso para este blog.

A mediados del siglo XIX fue entubado y posteriormente incluso modificado su cauce para hacerlo coincidir como afluente del Tamarguillo.

Recientemente en las obras del metro de Sevilla, junto al Cristina, se produjo un socavón, tragándose por completo un quiosco de prensa, que afortunadamente no produjo daños personales. Automáticamente, al leerlo en la prensa, no pude dejar de acordarme del Tagarete. Quizás reclamaba lo suyo, su cauce, o se estuviera quejando de que semejantes obras lo importunaran en su dormir subterráneo al que algunos desconsiderados lo habían condenado.


El Tagarete en una litografía de 1838 de Louis Haghe, a su paso por la Puerta de Jerez.
Mas o menos donde se encontraba el quiosco accidentado.


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